lunes, 7 de mayo de 2018

EEUU: ciberseguridad y control total en la disputa geopolítica.


Hace varias semanas trascendió en los medios que el Gobierno de EE.UU. -por propuesta del Departamento de Estado- está barajando aprobar una nueva ley migratoria que implica recabar información personal de las personas no estadounidenses solicitantes de visa. La ley, que hasta el 29 de mayo de 2018[1] todavía es un proyecto sometido a comentarios, tiene unos alcances que trascienden lo migratorio. Su aprobación supondría una vulneración más a los derechos civiles y políticos que se viene consagrando en EE. UU., especialmente tras el 11 de septiembre y la aprobación de leyes de seguridad y vigilancia como la USA Patriot Act o Ley Patriota, o la abrogación de otras, como la Ley Posse Comitatus (Posse Comitatus Act) de 1878, que prohibía la participación de militares estadounidenses en función de ministerio público en territorio estadounidense (lo que conllevó una militarización de la policía).

Entre otros aspectos, la ley migratoria en debate plantea solicitar el registro de llamadas telefónicas, direcciones de correo electrónico y viajes internacionales de los últimos cinco años a los solicitantes de visado. Además, éstos tienen que especificar qué plataformas de redes sociales han usado en los cinco años previos a la solicitud y también “los identificadores usados por los solicitantes para esas plataformas”.[2] Esta medida afectaría a millones de personas que cada año solicitan su visado de inmigrante en calidad de estudiante, turista o negocios.[3]

La ley se adentra en temas como la ciberseguridad, la privacidad en el uso de las redes sociales y el uso de ellas para la manipulación política o el ciberespionaje, un tema que en estos días está siendo debatido en los EE. UU. a raíz del escándalo de Cambridge Analytica[4] que ha llevado a la comparecencia ante el Senado del dueño de Facebook, Marck Zuckerberg.[5]

No obstante, esta ley no supondría una diferencia cualitativa con otras leyes o prácticas preexistentes, pues el espionaje y contraespionaje de EE. UU. hacia ciudadanos extranjeros o hacia sus propios ciudadanos ha sido una constante en la historia del país, especialmente durante la Guerra Fría y la lucha contra el comunismo. Son ejemplos programas de contrainteligencia como el Cointelpro,[6] que llevó a cabo el FBI entre 1956 y 1971 para seguir la actividad de determinados grupos políticos en territorio estadounidense. Estos programas no se han agotado, sino que se han reformulado y ampliado en los últimos años, en una lógica de defender a EE. UU. de las amenazas que vienen de afuera o que se pueden encontrar adentro del territorio.

De telón de fondo se encuentra la disputa geopolítica con otras potencias, especialmente con China y Rusia, calificadas de “amenaza” en la Estrategia de Seguridad Nacional estadounidense, en cuyo “primer pilar” puede leerse: “redoblar los esfuerzos para proteger nuestra infraestructura crítica y redes digitales, puesto que las nuevas tecnologías y los nuevos adversarios generan nuevas vulnerabilidades”.[7] En el plano regional, el Comandante del Comando Sur, Kurt Tidd, advertía en su discurso al Congreso en febrero de 2018 que “Rusia avanza en inteligencia y en el ciberespacio, fomentando inestabilidad y desacreditando las instituciones democráticas”.[8] Esto muestra que la lucha por conservar su condición de potencia hegemónica, abarca tanto el ámbito económico como el sistema de relaciones internacionales, sumándose de modo preocupante el mundo cibernético.

A modo de ejemplo, en 2011 se podían encontrar más de 50 proyectos de ley relacionados con la vigilancia y el espionaje cibernético. Ya para el 2003, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) operaba bajo el lema de: “recolectar todo, revisar todo, saber todo, procesar todo, explotar toda la información”.[9] En ese mismo año, Google aceptó financiamiento de la NSA por 2 millones de dólares a cambio de proveer herramientas de búsqueda rápida de datos sobre “conocimiento robado”[10]. Esta colaboración adquirió legitimidad y desde 2014, Google funge como articuladora entre el Silicon Valley y las empresas del Pentágono en la obtención de información, en particular la intromisión en cuentas de e-mail (que con posteriores programas como PRISM implicó el acceso a datos privados provistos por las mayores empresas de software de EE. UU. y el mundo, como Microsoft y Apple). Así, las empresas de software devienen en un componente esencial del complejo industrial militar estadounidense y sus intereses geopolíticos, comerciales, etc. Basta recordar que el año pasado el primer ministro israelí, Netanyahu, realizó una gira por América Latina (que finalizó en EE.UU.), cuyo principal propósito fue promover a las empresas de ciberseguridad israelíes en la región[11].

Lo distintivo que aporta el reciente proyecto de ley es visualizar estas prácticas que el Gobierno estadounidense ya viene aplicando de facto sobre determinadas personas u organizaciones de su interés, como denunciaron Chelsea Manning o Edward Snowden. Ahora el objetivo se ampliaría cuantitativamente, facilitando ese trabajo al hacerlo de manera abierta. Al denegar la visa estadounidense o prohibir la entrada al país a personas que tengan un comportamiento en redes “sospechoso” para los intereses del Gobierno estadounidense, y al involucrar para ello aspectos como el seguimiento de redes y todo lo relativo a la ciberseguridad, esta ley legalizaría el control total que EE.UU. quiere ejercer sobre los ciudadanos de todo del planeta, además de los suyos propios.

Este panorama y proyectos de ley como el mencionado, abren la puerta a debates más profundos sobre cómo en un futuro, quizás no tan lejano, podremos asistir a mecanismos de control que por el momento son inimaginables.

[1]https://www.federalregister.gov/documents/2018/03/30/2018-06496/60-day-notice-of-proposed-information-collection-application-for-nonimmigrant-visa

[2]https://www.federalregister.gov/documents/2018/03/30/2018-06496/60-day-notice-of-proposed-information-collection-application-for-nonimmigrant-visa

[3] https://actualidad.rt.com/actualidad/267022-eeuu-solicitantes-visado-historial-redes-sociales

[4] https://www.celag.org/cambridge-analytica-el-big-data-y-su-influencia-en-las-elecciones/

[5]https://www.washingtonpost.com/news/the-switch/wp/2018/04/10/transcript-of-mark-zuckerbergs-senate-hearing/

[6] https://vault.fbi.gov/cointel-pro

[7] https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2017/12/NSS-Final-12-18-2017-0905.pdf

[8]http://www.southcom.mil/Portals/7/Documents/Posture%20Statements/SOUTHCOM_2018_Posture_Statement_FINAL.PDF?ver=2018-02-15-090330-243

[9] https://wikileaks.org/google-is-not-what-it-seems/

[10] Ibíd.

[11] http://www.celag.org/lo-dejo-seguridad-la-visita-netanyahu/

Arantxa Tirado y Silvina Romano | 16 Abr, 2018.

domingo, 29 de abril de 2018

América latina en la disputa geopolítica.


Sin lugar a dudas el mundo está convulsionado. O ya a esta altura es una locura pensar que está, sino más bien vive en un estado permanente de cambio y convulsión producto de la aceleración de la economía y el desarrollo tecnológico. Lo cierto es que, desde el siglo pasado, la historia experimentó cambios constantes que llevaron el devenir al escenario de hoy día: un escenario donde el propio modelo capitalista neoliberal está en jaque, con sus bases fundamentales tambaleando mientras la economía exige nuevas agendas liberalizadoras para afianzar el modelo. Sin lugar a dudas, estamos frente a una encrucijada que se puede resolver con más neoliberalismo, con un modelo nuevo que provenga de un nuevo líder mundial, o pensando una economía distinta e inclusiva entre todos.


La transformación productiva

Desde el ejemplo de la fábrica de alfileres de Adam Smith muchas cosas han pasado a nivel económico que hicieron mutar al capitalismo. Vivimos tres revoluciones industriales, todas ellas marcadas por transformaciones productivas y transformaciones laborales como contraparte. Lo cierto es que los trabajos de hoy no son los empleos de antaño ni las empresas son iguales. La fragmentación de la cadena productiva y la globalización, así como también la era de la comunicación y las finanzas, dejaron el terreno preparado para lo que ya hoy día es una realidad: un nuevo modelo productivo que tiene como su mayor trofeo empresas físicamente inexistentes.

¿Cómo se explica esto? Las grandes empresas transnacionales han logrado modelos de negocios sostenidos en las finanzas y el uso y manejo de datos y no tanto en la producción de bienes y servicios físicos en la economía. El verdadero negocio hoy está en el manejo del dinero virtual y de los datos que almacenan las empresas en sus servidores, vendiéndolos, comprándolos, haciendo publicidad segmentada, desarrollando y alimentando algoritmos y produciendo inteligencia artificial para poder, cada vez más, producir una nueva gama de productos inteligentes… o como se los suele llamar, “el internet de las cosas”.

Una realidad que se va moldeando son grandes empresas trasnacionales con domicilio en lejanos (y no tanto) paraísos fiscales, sin empleados, que fomentan a “emprendedores” a ser sus propios jefes, utilizando sus portales y sus conveniencias para poder encontrar empleo en la economía global. En este sentido, vemos cada vez más, en los diversos sectores de la economía, cómo la cadena productiva se desmiembra poco a poco hasta llegar al trabajador, que hace ya tiempo dejó de ser empleado en relación de dependencia. El paradigma UBER llegó aceleradamente a todos los sectores.

En este contexto, la economía de los últimos años podía analizarse por regiones: un Norte global en crisis luego de que explotara la burbuja de las hipotecas subprime en EEUU, explosión que llegó por el sistema financiero a los grandes centros económicos. Europa con baja tasa de empleo, con el problema del terrorismo dentro de sus fronteras, y sin mercados donde localizar sus productos. EEUU, aun hoy día, no logra encontrar la salida y el descontento por la economía provocó un viraje político inesperado.

Asia, con China a la cabeza, no dejó de crecer. Supo encontrar su lugar y ser el motor que sostuvo todo el sur global, incluido África. El liderazgo creciente de China, producto de su transformación económica y su poder de mercado, hizo que el mundo virara su mirada hacia el Este gigante, que cobra un protagonismo creciente. China pasó a ser en los últimos años la economía con mayor PIB mundial, si no tomamos a Europa como un todo, y el problema de balanza de pagos con EEUU provocó una guerra silenciosa entre ambos países.

América Latina fue la otra región que debe ser vista por separado. Ciertamente supo crecer e incorporar grandes masas a la clase media mundial, con un boom de consumo en la región nunca antes visto. Estas nuevas clases medias demandaron cada vez más y mejores servicios a la política local, no siendo suficiente para satisfacerlas el nivel de crecimiento del PIB regional. Bien podría decirse que la demanda superó la capacidad de oferta de la región, coartando la capacidad política de los gobiernos.


Los hechos políticos y la agenda comercial

La realidad económica tuvo su correlato político, y vimos en los últimos años una América Latina que viró del populismo y la economía keynesiana, hacia el neoliberalismo y los gobiernos de derecha. Una Europa debilitada por el Brexit y otras manifestaciones políticas con gobiernos contrarios a la Unión Europea. Finalmente el descontento ante la incapacidad del gobierno demócrata de volver a encauzar la economía con su promesa de libre mercado, hizo a Trump ver una oportunidad política de armar una campaña electoral contra el libre comercio en lo discursivo y ganar las elecciones en EEUU, nombrando nuevos enemigos comunes a los ya históricos de ese país, como lo es China.

¿Qué pasó con el comercio internacional? Ciertamente, cuando asumió Trump, las negociaciones se paralizaron por un instante al ver al presidente norteamericano patear el tablero del Tratado Trans-Pacífico. Pero las empresas y esta nueva economía de datos necesitaban de las nuevas reglas comerciales que sigan homogeneizando a las naciones soberanas a fin de aprovechar ventajas comparativas y lograr el ansiado dumping social a la baja. La agenda de comercio electrónico siguió tomando fuerza, puesto que ésta es la clave para lograr una economía completamente liberalizada y afianzar de una vez y para siempre el modelo neoliberal que tanto desean los grandes conglomerados empresarios.

La confusión que se generó dejó una imagen de Trump como “anti libre comercio”, que demostró ser falsa al tener negociaciones comerciales que seguían vigentes como el TISA o el TTIP y las reglas en torno a la OMC, entre otras. Respecto de estas últimas, en la pasada ministerial de Buenos Aires en diciembre de 2017, la estrategia del gobierno norteamericano dejó en claro la voluntad de impulsar el libre comercio bilateral o regional por sobre el multilateral, cuando el negociador norteamericano abandonó las negociaciones antes de que concluya la reunión, en un claro mensaje de no querer impulsar negociaciones multilaterales y ceder espacios de poder a los países del sur global en general y China en particular.

Lo cierto es que la realidad económica superó la voluntad empresaria, y el TTIP no logró su aprobación, quedando sepultado en la historia. No así el TTP que en marzo del 2018 volvió a firmarse en Santiago de Chile, sin EEUU.

El modelo neoliberal, sostenido en el tejido legal de las negociaciones en torno al comercio internacional y la protección de inversiones, parece estar dando manotazos de ahogado frente a una realidad económica que lo supera y al descontento popular de las grandes masas.

Entonces, ¿qué es lo que se avecina?


China, la encrucijada y después

La realidad es que China se viene perfilando como la nueva gran potencia mundial. El mercado de masas que posee supo ganarle a la crisis mundial y China se llevó puesto todo. Pero, ¿qué significa un nuevo mundo donde China dicte las reglas de juego? Difícil es saberlo. Lo cierto es que hoy día es capitalista no neoliberal. Es capitalismo, sí, pero no como el que estábamos acostumbrados. Es un capitalismo con el mercado como base, con fuerte presencia estatal y control tanto de las empresas como de las personas. En este contexto es que se gestan nuevas reglas comerciales en torno a la regulación doméstica, las empresas estatales, los monopolios y el comercio electrónico. China aseguró que para el año 2030 esperan ser líderes en el desarrollo de inteligencia artificial y AliBaba es hoy día la empresa de venta al por menor que más factura a nivel mundial, habiendo desbancado a Walmart que había ocupado ese cargo durante décadas.

En cuanto a acuerdos comerciales se refiere, China viene impulsando una estancada Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés), un acuerdo que intenta posicionar al país como el líder del comercio internacional en la región asiática. El acuerdo, si bien continúa su negociación, no parece ir hacia buen puerto y aún falta un largo camino por recorrer.

Las reglas comerciales, en los distintos ámbitos donde se negocian, parecen estar estancadas sin rumbo. Si bien China tiene las de ganar, hace pensar que, en el fondo, el problema que suscita es que la ciudadanía se cansó de decir una y otra vez que no quiere acuerdos comerciales que pongan trabas a la soberanía de las naciones. Probablemente sea el momento propicio para que juntos pugnemos por un nuevo modelo de comercio internacional con la inclusión como eje de discusión y no los negocios corporativos.


Sofía Scasserra es Investigadora y Docente, Instituto del Mundo del Trabajo Julio Godio-UNTREF, Asesora en Temas Económicos y de Comercio Internacional FAECYS - UNI Américas. 

Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento: Tensiones e impases en la OMC 19/04/2018. https://www.alainet.org/es/articulo/192415

sábado, 28 de abril de 2018

Macri y Temer ejecutan el fin de la Unasur.


Ya lo sabe Evo Morales, mandatario de Bolivia y en este momento presidente de la Unasur: seis países se irán de la Unión Suramericana de Naciones. Son la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay. Quedan Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Guayana y Surinam. Es decir, chau Unasur. No es posible que exista un organismo representativo de Sudamérica sin los dos países mayores, Brasil y la Argentina.

Una carta reservada que trascendió por información de las agencias de noticias EFE y Reuters indica que funcionarios de los seis países le anunciaron al canciller boliviano Fernando Huanacuni que suspenderían su participación en Unasur “por la urgente necesidad de resolver la situación de acefalía de la organización”. Unasur está sin secretario ejecutivo desde que terminó el mandato del ex presidente colombiano Ernesto Samper. Hace tres días Samper definió a la Unasur actual como “un hospital cerrado”. Los seis países parecen haber resuelto, además, dinamitarlo.

Si la Unasur queda destruida se esfumará con ella el Consejo de Defensa Suramericano, creado en 2008 para “consolidar una zona de paz suramericana”, “construir una visión común en materia de defensa”, “articular posiciones regionales en foros multilaterales sobre defensa”, “cooperar regionalmente en materia de defensa” y apoyar “acciones de desminado, prevención, mitigación y asistencia a víctimas de desastres naturales”. No eran solo palabras. El CDS funcionó hasta la asunción de Mauricio Macri en la Argentina, en 2015, y la toma del gobierno por parte de Michel Temer en Brasil mediante un golpe, en 2016.

También quedarán archivados sin Unasur los planes para crear una plataforma informática única.

En caso de que, como parece, la suspensión efectivamente se mantenga en el tiempo y la Unasur quede vaciada, se confirmarán cinco pistas.

Primera pista: el boicot a un organismo existente es un paso más en el aislamiento de Venezuela, que marcha a sus elecciones del 20 de mayo bajo la conducción de Nicolás Maduro, quien viene sobreviviendo en la Presidencia contra los augurios en contra.

Segunda pista: es un castigo a Bolivia, que a la vez respeta el equilibrio fiscal y no abandona el camino de nacionalizar sus recursos y explotarlos. Esta misma semana descubrió una nueva reserva gasífera.

Tercera pista: es otra escalada hacia la autodisolución de Sudamérica como espacio plural y características relativamente homogéneas en cuanto a recursos naturales, complementariedad y potencial integrador en energía, conectividad de Internet e infraestructura.

Cuarta pista: a mayor dilución, mayor cercanía respecto de un ALCA de hecho, un Área de Libre Comercio de las Américas bajo la conducción de los Estados Unidos. Y ello sin que Washington haya necesitado hacer el mínimo gasto de energía.

Quinta pista, con pregunta incluida: si los países de Sudamérica se regalan, ¿habrá alguien que los acepte? El interrogante es si habrá alguien que los acepte como Estados. Los recursos, claro, siempre serán bienvenidos para las transnacionales, que sin Unasur habrán removido un obstáculo más en la continuidad de sus cadenas globales de valor.

Sexta pista: es una advertencia de hecho contra Andrés Manuel López Obrador, el candidato de centroizquierda favorito para las presidenciales mexicanas del 1° de julio. Hoy lleva diez puntos de ventaja sobre el derechista Ricardo Anaya. Para una eventual presidencia de AMLO, como lo conocen los mexicanos, una Unasur fulminada sería un resorte menos en las negociaciones con los Estados Unidos.

Las seis interpretaciones no son contradictorias. Habrá que ver qué sucede en el futuro pero el primer análisis arroja una fragmentación voluntaria.

El viejo “divide y reinarás”.

O reinarán.

El diario El Comercio de Lima atribuyó a una autoridad peruana este comentario: “Unasur funciona por consenso y dentro de Unasur hay tales discrepancias entre los miembros sobre las visiones políticas y económicas que hacen inoperante al organismo”.

En realidad la Unasur fue siempre plural. En su momento de oro, después de su puesta en funciones en 2010 con Néstor Kirchner de primer secretario ejecutivo, convivieron gobiernos como los de la Argentina de Cristina Fernández de Kirchner, el Brasil de Lula y la Venezuela de Hugo Chávez con la Colombia de Juan Manuel Santos y el Chile de Sebastián Piñera.

Sudamérica como espacio geopolítico es una antigua idea de Itamaraty, la cancillería brasileña, que recién pudo ponerse en práctica después de la asunción de la presidencia por parte de Lula, el 1° de enero de 2003.

Lula llegó incluso a un acuerdo con Eduardo Duhalde cuando el banfileño era presidente de la Argentina. El proyecto se llamaba entonces Comunidad Sudamericana de Naciones. Tras una negociación trabajosa, se estrenó el 8 de diciembre de 2004 en el Coricancha del Cusco, el viejo templo del sol de los incas sobre el que los españoles construyeron la iglesia de Santo Domingo. Néstor Kirchner no estuvo ese día entre los 12 presidentes. Por un lado le fastidiaba la altura cusqueña y por otro le molestaba la participación inicial de Duhalde. Después Brasil, la Argentina y Venezuela terminaron relanzando un organismo regional el 23 de mayo de 2008. Así nació, en Brasilia, la Unión de Naciones Suramericanas. Como la Argentina y Uruguay aún mantenían vivo el conflicto por las plantas procesadoras de papel, no hubo consenso para designar una cabeza. Recién fue posible hacerlo cuando José Pepe Mujica asumió en Uruguay, en 2010, y le prometió a CFK que no le pondría bolilla negra al candidato a secretario, Néstor Kirchner, que había dejado la presidencia de la Argentina el 10 de diciembre de 2007.

Kirchner dedicó ese 2010 que no terminaría con vida (murió el 27 de octubre) a dos actividades. A nivel interno se esforzó para que el Congreso aprobara la Ley de Matrimonio Igualitario. Quedó sancionada y Cristina la promulgó. A nivel externo puso la Unasur como un bombero regional para apagar incendios. El más extremo fue el que estaba derritiendo los nexos entre la Venezuela de Chávez y la Colombia de Santos. No bien asumió la presidencia, en agosto de 2010, Santos y Chávez aceptaron la mediación de Kirchner, que trabajaba en tándem con Lula, y la crisis quedó desarmada.

Sin Unasur, la región tendrá una herramienta común menos. Es otro logro de Temer y Macri.

Martín Granovsky, Página 12.

sábado, 21 de abril de 2018

Estados Unidos devasta la Unasur.


A tono con una política exterior alineada a los deseos de Washington, los gobiernos de derecha de la región anunciaron que suspenden su membresía en la Unasur, el organismo lanzado hace una década para integrar el continente.

El reverdecido sueño de una Patria Grande sudamericana quedó ayer en un paréntesis que se adivina largo. Argentina junto a otros cinco países de la región –que coinciden por esta época en tener gobiernos de derecha– anunció su decisión de suspender su participación en la Unasur, la organización creada una década atrás para integrar a los doce países del continente. En una carta dirigida al canciller de Bolivia, a cargo de la presidencia pro témpore, los seis países renunciantes expresaron su “extrema disconformidad” por la situación que atraviesa el organismo que no pudo designar a un nuevo secretario general que reemplace al colombiano Ernesto Samper por falta de consenso, con las consecuencias de desorden administrativo que puede generar eso. En verdad, una excusa para autoexcluirse de un organización que nunca les cayó en gracia.

“Los países firmantes han decidido no participar en las distintas instancias de Unasur a partir de la fecha hasta tanto no se produzcan resultados concretos en el curso de las próximas semanas que garanticen el funcionamiento adecuado de la organización. Al mismo tiempo, los países analizarán posibles cursos de acción”, fue el llamativo tono de ultimátum que utilizaron en el escrito los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay. De paso, cuestionaron “los objetivos de la Unasur, su estructura y métodos de trabajo, incluido su mecanismo de toma de decisiones”. Es decir, todo.

El canciller boliviano, Fernando Huanacuni, confirmó la recepción de la carta ayer cuando llegó a Quito, justamente para asumir en el nuevo cargo en la moderna sede de la Unasur “Néstor Kirchner”, que tiene una estatua del ex presidente argentino en su entrada. Huanacuni adelantó que buscará organizar una cumbre urgente de los cancilleres sudamericanos para la designación del nuevo secretario general y reivindicó el diálogo como instrumento para encontrar una solución a la crisis. Con todo, reconoció que hoy el equilibrio en la región viró hacia otras direcciones. “El grupo llamado de Lima y la Alianza del Pacífico han cobrado una fuerza muy importante. Eso es evidente”, agregó.

Década ganada
El origen de la Unasur se remonta a 2004, cuando por impulso del entonces presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva y el ex presidente argentino Eduardo Duhalde se reunió en la altura de Cusco –de hecho, Duhalde se apunó– la Comunidad Sudamericana de Naciones. Aunque no fue hasta 2008 que se lanzó formalmente la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), que todavía tardó un tiempo más en ser aprobada por los Parlamentos de los países integrantes. Una de sus características principales fue que las decisiones debían tomarse por consenso, es decir, con el acuerdo de sus doce miembros, una reserva que tomaron países como Colombia y Chile que no querían quedar supeditados a la amplia mayoría que en aquel entonces tenían los gobiernos progresistas.

De movida, con el impulso que le dieron Lula, Cristina Kirchner, Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales, principalmente, se mostró como un organismo activo y con mucho más contenido político que lo habitual en las instituciones regionales. Su primera intervención de importancia fue cuando se reunió de urgencia para expresar su apoyo institucional a Evo Morales y enviar una misión a Bolivia para investigar la matanza de campesinos en Pando. A partir de ahí se volvió una costumbre la convocatoria a cumbres de urgencia para discutir las crisis políticas en la región: ocurriría con el motín policial que enfrentó a Rafael Correa en Ecuador y el golpe legislativo que derrocó a Fernando Lugo en Paraguay. Lo novedoso fue lograr la solución de conflictos de manera autónoma, sin intervención de Estados Unidos, como fue habitual durante el siglo pasado.

Néstor Kirchner surgió como fuerte candidato para ser el primer secretario ejecutivo del organismo, pero su nombramiento llevó tiempo debido al veto del presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, enojado con él por el conflicto de las pasteras. Finalmente, Kirchner resultaría electo en mayo 2010, apenas cinco meses antes de su muerte. Le alcanzó para encabezar una exitosa tarea de mediación entre los gobiernos de Venezuela y Colombia, en una crisis bilateral por la actuación de las FARC. Justamente, como parte de ese acuerdo, a su muerte lo sucederían en la secretaría primero un venezolano –Alí Rodríguez– y luego una colombiana –María Holguín–.

El fallecimiento de Hugo Chávez –un gran impulsor de imaginativas iniciativas “sureñas” como el Gasoducto del Sur, el Banco del Sur y hasta el Tren del Sur– resultó otro golpe para el bloque, que fue perdiendo dinamismo. La llegada de Mauricio Macri y de Michel Temer a las presidencias de Argentina y de Brasil terminó por enfriar definitivamente su funcionamiento. El impulso, por ahora con escasos resultados, es para los bloques que apuntan a los negocios con el mundo desarrollado como la Alianza del Pacífico o el Tratado de Libre Comercio Mercosur-Unión Europea.

En la reciente Cumbre de las Américas, en Perú, los actuales mandatarios de la región buscaron mostrar una postal del nuevo orden, en el que Estados Unidos es un aliado y Venezuela un enemigo. Les falló Donald Trump, ocupado en bombardear Siria. “Esta cumbre marca el fin de la preeminencia del chavismo”, celebró el secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro. Como coletazo de esa afirmación, seis países suscribieron la carta de suspensión de membresía de la Unasur el día que Bolivia, otro país del eje bolivariano, asumía la conducción.

La mirada al norte
La presidencia pro témpore previa a la de Bolivia la ocupó Argentina que hizo poco y nada por avanzar en la organización del organismo, algo que ayer fue puesto como motivo principal de la deserción del sexteto. En estos meses, el único nombre que se echó al ruedo como posible reemplazante de Samper en la secretaría ejecutiva fue el del ex senador y actual embajador argentino en Chile, José Octavio Bordón, pero no tuvo consenso de parte de los países bolivarianos. “Esto ha tenido graves consecuencias para el organismo”, argumentaron en la carta enviada al canciller Huanacuni. “Preocupa enormemente que no se haya alcanzado consenso para dar por terminados contratos del personal directivo y el jefe de gabinete de la organización”, fue otra de las excusas utilizadas, que suena poco consistente para tomar un paso tan grave.

Un anticipo de lo que se venía fue que ante la exorbitancia de la detención de Lula por supuesta corrupción por un departamento que nunca ocupó, la Unasur se haya mantenido en absoluto silencio. Justo tratándose de Lula, el principal impulsor de la constitución del bloque y quien gestó algunos de sus acuerdos más importantes como el firmado con la Liga Arabe y con Africa. También la constitución del Consejo de Defensa Suramericano, una iniciativa que aspiraba a enterrar definitivamente la desconfianza que alguna vez existió entre los países de la región en materia de seguridad y equipamiento militar. Como tantos otros avances regionales que a partir de la resolución de ayer pueden quedar perdido en la neblina de los sueños.

Fernando Cibeira, Página 12.

sábado, 7 de abril de 2018

Cristina Kirchner conversando con Correa.



Cristina Fernández de Kirchner (Presidenta argentina entre 2007 y 2015) es recibida como invitada en el programa televisivo de Rafael Correa (Presidente ecuatoriano 2007-2017), en abril de 2018.

Es de notar como ambos lideres muestran sus cartas y credenciales de pensamiento ante una opinión pública que, en su gran mayoría, no está educada para entender el grado de problemática expuesto. En ese marco nos sorprende la capacidad de Cristina Kirchner menos para enunciar o explicar que para callar. Así y todo, con toda esa verborragia de pretensiones docentes, es alarmante lo que Cristina calla y admirable el cuidado en no correr un centímetro su discurso de la arena política.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Golpes blandos en AMérica Latina.


El golpe parlamentario que terminó con el gobierno de Dilma Rousseff es el eslabón más reciente de una serie de golpes blandos que empezó con el derrocamiento del presidente de Honduras, Mel Zelaya, en el 2009, y siguió con el de Paraguay, Fernando Lugo, en 2014.

La secuencia, a medida que avanza, va creciendo en su maquillaje y su sofisticación. Empieza en Honduras con un golpe rudimentario, al principio casi de manual, pero con una parodia de legalidad. Sigue con un juicio político express en Paraguay sin pruebas contra el presidente y violando su derecho de defensa y culmina en Brasil con un proceso tan legal como ilegítimo y carente de fundamentos jurídicos.

La secuencia, además, arranca en la periferia de la región, donde Estados Unidos continúa siendo la fuerza hegemónica, y llega hasta el corazón mismo de Sudamérica y principal potencia regional, que es Brasil, pasando como escala intermedia por un país sudamericano y socio del Mercosur como Paraguay, parte del grupo de países sudamericanos que formó un bloque relativamente autónomo en la década pasada y empezó a aplicar mecanismos propios para resolver sus conflictos.

A principios de la década pasada, las nuevas instituciones regionales como Mercosur y especialmente Unasur habían servido para evitar la interrupción de regímenes democráticos en Ecuador y Bolivia, y resolver conflictos bilaterales como Colombia-Venezuela, Colombia-Ecuador o Bolivia-Chile, desacuerdos todos ellos que en tiempos de guerra fría habrían tenido a Estados Unidos como protagonista principal y árbitro eventual.

Pero la distracción de Washington con las guerras en Medio Oriente, y la aparición de China como principal socio comercial, junto a la coincidencia de un grupo de gobernantes carismáticos de similar signo político, comprometidos con la integración regional, consiguió romper la hegemonía del Consenso de Washington a nivel sudamericano.

Mientras en México, Centroamérica y el Caribe, a pesar de puentes tendidos a través de organismos que excluyen a Estados Unidos y Canadá como la Celac, por su nivel de integración con la potencia del norte tanto a nivel de tratados de libre comercio como en temas migratorios y de remesas, la dependencia sigue siendo casi absoluta, lo cual impide su participación en otros proyectos de integración. Este límite se vio en el golpe de Honduras.

Zelaya fue sacado de su cama en pijamas por una patota del comandante del estado mayor, Romeo Vázquez. Lo llevaron a una base militar estadounidense, lo subieron a otro avión y lo echaron del país. A la mañana siguiente, en una sesión legislativa asumió un títere civil del comandante, el presidente del Congreso, Roberto Micheletti, y los militares decretaron el estado de sitio y una serie de medidas de control social de corte autoritario. Según cables del Departamento de Estado estadounidenses revelados por Wikileaks, Estados Unidos no apoyó el golpe y hasta intentó de disuadir a sus autores, aunque Zelaya no era de su agrado. De hecho, Estados Unidos acompañó al resto de los países de la OEA en su condena al día siguiente de que ocurrió. Pero apenas horas después Estados Unidos, a contramano de Latinoamérica, empezó a apoyar la transición del gobierno golpista hacia unas rápidas elecciones, aprovechando que Zelaya estaba en el final de su mandato. Mientras tanto, envalentonados por sus éxitos en Sudamérica, Brasil y Argentina apostaron fuerte al regreso de Zelaya, con Cristina Kirchner acompañando al presidente legítimo en un fallido intento de regreso y Lula dándole asilo en la embajada brasileña de Tegucigalpa una vez que el regreso no pudo concretarse. Con su apoyo a la transición del gobierno golpista, Estados Unidos marcó un límite a la expansión del bloque sudamericano sin romper sus políticas de Estado de no invadir más después del desembarco los Marines en Panamá en 1989, y de no apoyar más golpes, al menos abiertamente, desde el fallido putch contra Chávez en 2002.

Así llegamos al segundo golpe blando contra un gobierno progresista por parte de una elite financiera y política malacostumbrada a perpetuarse en el poder a como dé lugar. Esta vez le tocó al ex obispo Fernando Lugo, otro personaje que no era del agrado de los Estados Unidos, entre otras cosas, Wikileaks dixit, porque reemplazó una unidad antiterrorista estadounidense dedicada a entrenar tropas de elite paraguayas, por asesores militares de Argentina y Brasil. Lugo no era un político tradicional ni era particularmente hábil a la hora de negociar. Sin apoyos en el Congreso, abandonado por sus socios del Partido Liberal, traicionado por su vice Federico Franco, quedó a la merced de la elite golpista, acostumbrada a décadas ininterrumpidas de gobierno de la mano del general Alfredo Stroessner y su Partido Colorado. La oportunidad llegó tras la conmioción social causada por la llamada masacre de Curuguaty, en la que fallecieron once campesinos y seis policías en una estancia sojera en el este del país. Si bien la violencia venía desde hace tiempo y quizá nadie había hecho más para mediar en el conflicto entre campesinos y terratenientes que el propio Lugo, el Congreso decidió destituirlo por su “responsabilidad política” en el enfrentamiento. El juicio duró menos de 48 horas y Lugo tuvo menos de dos para defenderse. A falta de pruebas reales, fue destituido por el voto de 215 de los 225 congresistas paraguayos después de que la Corte Suprema rechazara un pedido de aplazar el proceso. La destitución fue condenada por la mayoría de los países de la Unasur pero, a diferencia del golpe blando hondureño, una moción de censura en la OEA apenas alcanzó 8 votos a favor y 28 en contra. Unasur mandó a una delegación de cancilleres que al término de su misión emitió un documento crítico, los países bolivarianos del ALBA no reconocieron al gobierno de facto de Franco y el Mercosur suspendió la membresía de Paraguay hasta las elecciones, nueve meses después del golpe, que llevaron al gobierno al colorado Horacio Cartes.

Ahora llegó el golpe en contra de Dilma. Esta vez se respetaron los tiempos y rituales que marca la formalidad, en un proceso parlamentario que fue supervisado in situ por el presidente de la Corte Suprema. Pero nuevamente se trata de una interrupción del régimen democrático para imponer un gobierno de facto de una elite nostálgica de poder, a través de mecanismos constitucionales previstos para sancionar acciones criminales a pesar de que no se acusa a la presidenta de haber cometido crimen alguno, aprovechando el mal humor social por una prolongada recesión y un persistente escándalo de corrupción que involucra a muchos de los pincipales empresarios y dirigentes políticos del país, pero no a Dilma.

Siguiendo con la progresión de condena total en el caso hondureño y condena parcial en el caso paraguayo, esta vez las voces de protesta a nivel regional son más la excepción que la regla, atento al vuelco a la derecha que está dando Sudamérica. A diferencia de lo que pasó en Honduras pero en sintonía con lo que pasó en Paraguay, en el caso brasileño Washington se mantiene cauto, distante y prescindente, como aceptando la nueva realidad geopolítica de su pérdida de hegemonía. Sin embargo, atenta a los múltiples intereses que aún posee en la región, así como a su alianza tradicional con los factores de poder que quedaron del lado de los golpistas o directamente operaron para erosionar las fuerzas democráticas especulando con la posibilidad de recapturar ganancias extraordinarias, la administración de Barack Obama no tardó en reconocer la legalidad de los gobiernos surgidos de estos procesos. No es lo mismo que invadir un país, pero no deja de ser una intervención negativa.

Así quedaron las cosas después del golpe blando en Brasil. A la espera de otros eslabones en esta nueva cadena de intervenciones antidemocráticas, a menos que el joven bloque regional sudamericano genere mecanismos defensivos que le permitan preservar lo que queda en pie y regenerar lo que hace falta en términos de cultura democrática, tanto en los países amenazados por esta nueva tendencia como en aquellos que ya optaron por salidas autoritarias para sus crisis de gobernabilidad.

Santiago O´Donell, Página 12, 01.09.2016.

domingo, 24 de julio de 2016

Dilma Rousseff: “Hay un nuevo paradigma golpista pseudoinstitucional”


ENTREVISTA A DILMA ROUSSEFF, PRESIDENTE LEGITIMA DE BRASIL, SUSPENDIDA POR LA CAMARA DE DIPUTADOS MIENTRAS TRAMITA SU JUICIO POLITICO

Tres campesinas trabajan codo a codo en el cuadro Recogiendo café ubicado detrás de Dilma Rousseff que acaba de sentarse en un sillón mullido en un amplio salón del Palacio de Alvorada. Afable, la presidenta saluda sin protocolos y se arremanga el blazer de lino gris con el gesto de quien dice “manos a la obra”. Es ella quien comienza con las preguntas. Está interesada en saber que pasa en Argentina, quiere conocer detalles sobre los festejos del bicentenario de la Independencia, la visita del rey de España, el aumento de las tarifas de energía. Escucha con atención y luego indaga sobre YPF, Vaca Muerta, jueces y Mauricio Macri. Cuenta que espera poder viajar “en algún momento a La Plata” para recibir el premio Rodolofo Walsh de la Facultad de Periodismo.

Antes del inicio de la entrevista de 72 minutos la presidenta, suspendida del cargo mientras se lleva adelante el “impeachemnt”, repasa informalmente algunas anécdotas diplomáticas. Recuerda una cumbre del G-20 donde al ex premier británico David Camerón “se lo veía algo asustado” y evitaba pasar cerca de Cristina Fernandez, temiendo que ella volviera a plantearla su reclamo sobre Malvinas “que Brasil siempre apoyó”.

Ya es casi mediodía, el sol domina por completo la “Sala del Estado” avivando los rojos y amarillos de un tapiz del artista chileno Kennedy Bahia. ¿Podemos empezar a grabar, Presidenta? “Sí, adelante”, responde y autoriza que ingrese el equipo de documentalistas que la sigue a sol y sombra para registrar su pelea para restablecer la normalidad democrática quebrada con “este golpe organizado por un corrupto pertinaz como es el señor Eduardo Cunha (ex jefe de diputados) , que es la persona que realmente manda en el gobierno interino de (Michel) Temer”.

Rousseff habla sobre el golpe en gestación contra su gobierno y lo sitúa en el arenero de una América Latina en la que vislumbra estallidos sociales y democracias degradadas. “Considero importante estudiar las raíces de esta nueva forma de golpe que ocurren en América Latina. Lo primero que vemos es el comportamiento de las elites formando alianzas amplias para derrocar a los gobiernos populares a fin de impedir que continúen con sus programas sociales y de impulso al desarrollo. Vemos también que cambió el patrón del golpe. En los años 60 y 70 era el paradigma del golpe militar, con las oligarquías utilizando a las fuerzas armadas para separar del poder a los gobiernos legítimos.

Lo que resulta muy extraño es que este nuevo paradigma golpista procura mantener una apariencia institucional. Estoy hablando de esa modalidad que surgió en Honduras cuando derrocaron al presidente Manuel Zelaya (2009), después vino Paraguay con la caída de Fernando Lugo (2012) y ahora llegó a Brasil, aunque todavía este proceso está en curso. Sin olvidar los intentos desestabilización contra los presidentes Evo Morales y Rafael Correa.”

–Pero los ataques a los líderes populares no son patrimonio de los golpistas, es una modalidad que también aplican los gobiernos conservadores.

–Es cierto, no sé en detalle lo que está ocurriendo en todos los países de América Latina, pero me parece que existe un modelo de ataque a los líderes populares donde se combina un cierto tipo de periodismo de guerra, las filtraciones selectivas de procesos judiciales, jueces que investigan de una forma severa a unos y a otros no. Yo quedé escandalizada al saber que un periodista argentino recientemente dijo que durante el gobierno de Cristina se hizo un “periodismo de guerra”, eso se parece mucho a lo que sucedió contra mi gobierno. Ese ese tipo de periodismo es la antítesis de la democracia. Son casos con varias similitudes los que vemos en Brasil y Argentina. Vemos como se usa el combate a la corrupción como un instrumento de acción ideológico y político. Acá vemos como se ataca permanentemente al presidente Lula, atribuyéndole cosas, acusaciones, que no corresponden con la realidad, y posiblemente esté ocurriendo lo mismo en Argentina con la presidenta Cristina, por quien tengo un gran respeto, creo que ella es una mujer de garra, ella dejó una gran contribución para América Latina y por su puesto para Argentina. Yo fui testigo de las relaciones de solidaridad que ella estableció con todos los países de continente, de su trabajo a favor de Unasur, del Mercosur y la Celac.

–Funcionarios del gobierno interino compararon las manifestaciones con “guerrilla urbana”. ¿Teme represión contra las manifestaciones convocadas durante las Olimpíadas?

–Sería grave si el Ministerio de Justicia o cualquier otro ministerio quisiera criminalizar a las manifestaciones . Yo lamento inmensamente que el ministro de Justicia interino (Alexandre de Moraes) iguale las manifestaciones a una forma de guerrilla urbana, eso compromete a la democracia. Es típico que los procesos golpistas quieran callar las manifestaciones, que los gobiernos que no tienen votos sean intolerantes, los golpistas siempre quieren el silencio. En cambio nosotros jamás criminalizamos las manifestaciones por el impeachment, porque la legitimidad que tiene un gobierno elegido permite escuchar todas las voces y permitir las manifestaciones.

–¿Imagina explosiones en cadena en la región?

– Creo que quienes están apostando en estos golpes en América Latina corren el riesgo de causar una desestabilización profunda. Estos procesos golpistas pueden traer consecuencias imprevisibles donde es probable que haya explosiones sociales, me parece que ni los propios golpistas saben lo que podrá desencadenarse en el futuro, lamentablemente el precio a pagar será muy alto. Usted puede esconder las cosas, pero al final un golpe es un golpe, nadie puede creer que alguien da un golpe y todo queda como estaba, nadie puede suponer que estos procesos ilegítimos no dejarán marcas.

–Un paisaje regional sombrío en un mapa global incierto.

–Vea, lo que está ocurriendo en el mundo con esta globalización que benefició a las grandes empresas oligopólicas mientras originó un retroceso para el conjunto de la población que está padeciendo las consecuencias sin que nadie le ofrezca ninguna compensación.

En Estados Unidos tenemos ciudades inmensas que están hundidas en la decadencia y la pobreza. Es un cuadro tan grave que hasta la propia prensa neoliberal reconoce que es un problema grave que haya una la desigualdad creciente y la concentración llegue al punto donde el 0, 01% de la población que detenta casi el 40 % de la renta. Si las ganancias aumentan por encima del 300% y el salario crece un 10 o 12% durante un período muy largo es algo que nos llevará a conflictos, es inexorable que haya consecuencias graves en un sistema donde la mayoría pierde sus derechos básicos. Estos procesos que se prestan al surgimiento de soluciones raras permiten que aparezcan fenómenos como el de Donald Trump.

–Los salvadores de la patria.

–Lo que ya sabemos es que en todas partes los salvadores de la patria en realidad no hacen más que comprometer la suerte del salvado.

Y no tengo dudas que si todo este proceso de exclusión causa semejante impacto en la economía más desarrollada del mundo que es la de Estados Unidos, estamos frente a un fenómeno que también repercutirá en Brasil, y esa repercusión económica se verá agravada por la crisis política e institucional que tenemos por el golpe.

–¿Estados Unidos avaló el golpe?

–Yo creo que en estos golpes no existen esas interferencias externas tan claras como en los golpes militares, ahora son las propias fuerzas internas las grandes responsables. Las elites de nuestros países no requieren de Estados Unidos.

–¿No hubo ninguna interferencia externa?

–Ahora, si usted me pregunta quienes se benefician con el golpe, le digo que hay varios beneficiarios en diversos grados. Entonces se podría decir que a favor del golpe están aquellos grupos interesados en acceder al control de Petrobras con sus inmensas reservas en el área de pre-sal (aguas ultraprofundas). A favor del golpe pueden estar aquellos que no quieren tener la competencia en el mercado internacional de las grandes empresas constructoras brasileñas. Tenemos que recordar que en los últimos años tuvimos empresas brasileñas que estaban internacionalizándose a un ritmo muy significativo y conquistando espacios. Estoy refiriéndome a la constructora Odebrecht, que participó en la obra de (en el puerto cubano) Mariel, pero también a Odebrecht actuando en Miami, Odebrecht actuando en México, y hay otras empresas con presencia internacional fuerte como podría ser el caso de Andrade Gutiérrez, podemos mencionar empresas brasileñas actuando en en Ecuador. En fin, son varias empresas participando en varias áreas con éxito y esto afecta intereses. Uno puede suponer que algunas competidoras de esas empresas brasileñas que le cité tienen peso político en nuestro país , y podría ser (que tengan participación en el golpe).

Banalidad del mal

Pasaron 13 años desde que Luiz Inácio Lula da Silva llegó al Palacio de Alvorada, la residencia oficial, el 1º de enero de 2003 donde permaneció, reelección mediante, hasta el 31 de diciembre de 2010 cuando fue sucedido por su compañera. Al “Poder”, el que se escribe con mayúsculas y sobrevive a las administraciones presidenciales, siempre le resultó inaceptable tener que soportar la presencia del PT al frente del Estado.

El 12 de mayo pasado, poco después de llegar al Palacio Planalto, sede de la Presidencia, el mandatario interino Michel Temer suprimió las imágenes publicitarias y los esloganes de la era petista para establecer como nuevo lema oficial, el antiguo “Brasil, Orden y Progreso”, que evoca la simbología militar. Y paulatinamente fue desalojando toda la iconografía de la era petista, incluso despidió al mozo que durante años le sirvió café a Dilma y a Lula .

Tal vez Temer todavía no haya quitado los cuadros de mujeres laboriosas del pintor modernista Emiliano di Cavalcanti que Dilma hizo colocar cerca de su despacho, en el tercer piso del Planalto, pero posiblemente lo hará si finalmente es confirmado en el cargo para el que no fue electo.

En su última trinchera, la residencia de Alvorada, Dilma habla de “seguir peleando todos los días con el mismo optimismo” y de su admiración por la pintora surrealista española Remedios Varo, “una luchadora”.

Enciende su tableta para mostrarme pinturas de Varo. “Adoro sus obras, fue una artista ma-ra-vi-llo-sa que peleó por la República en España y después tuvo que asilarse en México, cuando vuelva a México quiero ir alguna de sus exposiciones”.

La conversación retoma lo político, y el impeachment que se tramita en el Senado integrado por 81 legisladores mayoritariamente opositores a la presidenta electa y el PT. Para ser absuelta y volver a su cargo Rousseff necesita contar con el apoyo de 27 congresistas, un número que parece improbable.

–¿Aún es posible vencer en el Senado?

–Creo que acá cabe citar a Antonio Gramsci, que nos decía que tenemos que ser pesimistas desde la razón y optimistas desde la voluntad. Yo soy muy optimista en mi voluntad porque creo que esta lucha es fundamental para Brasil y América Latina y al mismo tiempo hago un análisis realista sobre los pros y los contra de la realidad de cada día.

–¿Está hablando con senadores?

–Sin dudas que hablo con ellos habitualmente, pero no voy a decirle a usted el número de los senadores que hoy por hoy nos apoyan (riendo).

–Políticos y medios de comunicación intentan imponer la idea de que todo ocurre dentro de la ley. ¿Brasil vive una cotidianidad anómala?

–Voy a tomar prestada su definición para describir el momento que vivimos en Brasil, es verdad estamos ante una cotidianeidad anómala donde los que dieron el golpe quieren esconderlo detrás del proceso de impeachment, de la tramitación formal en el Senado y del aparato institucional, con todo su ritual. Lo que estamos viviendo es un cuadro de tranquilidad aparente que tarde o temprano acabará por estallar porque no se puede sostener indefinidamente ese ocultamiento de lo real, y lo real es el golpe. Quien mejor trató de este tipo de fenómenos fue la filósofa Hanna Arendt a través de la idea de la “banalidad del mal”.

No quiero ser exagerada en las comparaciones, pero cuando uno ve como se está encubriendo la realidad con tanta alevosía esto me recuerda otras situaciones más extremas como las que trata Arendt cuando escribe sobre el proceso contra el criminal de guerra nazi Adolf Eichmann . Allí ella nos enseñó como es posible que el mal conviva tranqulamente con lo cotidiano, como el mal se esconde debajo del aspecto neutro de un burócrata de la muerte. Como Eichmann era capaz de llegar a su casa y besar a sus hijos como si no pasara nada en los campos de concentración.
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